Según lo informado recientemente por la Cámara Argentina del Libro, en nuestro país se publicaron en todo el año pasado 26.367 nuevos títulos.
La cifra es un 4% menor que la cantidad de novedades registradas en 2011, con 27.735 libros para los que se tramitaron ISBN. Si sumamos las reimpresiones que se comunicaron a la CAL (el registro de reimpresiones no es obligatorio) y los “sin especificar”, la edición total de 2012 quedaría en 27.661 títulos.
Puesta en contexto, la caída evidenciada en 2012 por las novedades parece relativizarse bastante. Es que hay que considerar que la edición de títulos había venido creciendo ininterrumpidamente desde 2003, cuando se hacen patentes los primeros signos de la salida de la crisis económica que tuvo su punto más drástico en 2001.
Otra cuestión importante para tomar en cuenta es que el nivel de publicaciones conseguido hace un año constituyó un récord histórico para la industria editorial local. Si en lugar de títulos se analizan la cantidad de ejemplares producidos en 2012, el descenso interanual para las novedades es un poco más marcado.
Los 94.272.206 ejemplares registrados el año pasado para nuevos títulos totalizan un 9% menos que los propios de 2011.
Conforme informa la CAL, la producción editorial del país está altamente concentrada en la Ciudad de Buenos Aires, distrito responsable del 64% de los títulos que se registraron en 2012 ante la Agencia Argentina de ISBN.
A propósito de la concentración geográfica Esta concentración puede ser todavía mayor si lo que se toma en cuenta es la cantidad de títulos correspondiente al núcleo editorial comercial (NEC) concepto acuñado por el Centro de Estudios para el Desarrollo Económico Metropolitano (CEDEM) del GCBA para hacer referencia a las empresas editoriales que canalizan la comercialización de sus obras de forma principal por el canal librero.
Según el CEDEM (que utiliza información provista por la CAL), en 2010 la CABA concentró la edición del 80% de los títulos publicados por el NEC (y el 90% de sus ejemplares producidos). A propósito de las ventas en librerías
La CABA también destaca por concentrar una gran de cantidad de librerías.
Si dejamos fuera del cálculo a las librerías de usados, de saldo y las anticuarias, suman 221 las incluidas en El libro de los libros, la guía de librerías de la Ciudad de Buenos Aires publicada en 2009 por Asunto Impreso.
Las encuestas trimestrales que realiza el CEDEM en librerías porteñas han permitido estimar que la facturación total por ventas de libros en estos comercios rondaba en 2011 los 369,5 millones de pesos.
Poco más de la mitad de ese monto (en rigor, el 53,5%) corresponde a ventas de libros nacionales, que facturaron 178 millones de pesos.
En realidad, en las librerías de la CABA se venden muchos más libros nacionales que extranjeros, que tienen precios bastantes más altos.
En efecto, en 2011 en estas librerías se vendieron alrededor de 4 millones de libros con ISBN nacional y de 2,35 millones de libros con ISBN extranjero. A propósito del modelo de negocios de la industria editorial
De acuerdo a los cálculos de tirada promedio que venimos haciendo en cada edición del Anuario de Industrias Creativas, se observa una reformulación del negocio editorial, que ha pasado de un modelo tradicional basado en la explotación de catálogos editoriales (que, no obstante, siguen siendo muy importantes, sobre todo para las firmas más consolidadas) a otro en el que se destacan la producción de novedades y la rotación permanente de títulos.
La tirada promedio de libros (nuevos títulos y reimpresiones) para el período 1994-2002 fue de 4.629 ejemplares, una cifra sensiblemente superior a la del período 2003-2012, que consigue 3.492 ejemplares.
Esta situación repercute en la actividad de las librerías porteñas, para las que la labor de gestión de novedades y devoluciones resulta altamente compleja.
Tal como surge de la investigación sobre librerías PYME de la CABA que se encuentra realizando este Observatorio de Industrias Creativas, este trabajo rara vez (y no sin dificultades) termina realizándose sin recurrir a algún software de gestión específico.
Ello no quita que algunas librerías de tamaño medio dispongan de personal exclusivamente dedicado a la tarea de registro de ingresos y egresos que, por cierto, no es la única vinculada a la gestión del stock.
No se trata solo de que la librería se obligue a la tarea de mantener cierto equilibrio entre la cantidad de libros que entran (novedades y reposiciones) y la cantidad de libros que salen (devoluciones y ventas) en razón del espacio disponible.
Muchas veces, el movimiento de devoluciones resulta del mismo pedido de las principales editoriales interesadas en reabastecer a las grandes cadenas de los títulos de mayor venta.
Es que, conforme surge de las entrevistas realizadas, aquellas entregan un servicio de novedades que no hace distingos en los tamaños y perfiles temáticos de las librerías a las que les abren cuentas, por lo que “todos reciben todo”.
Así es que las librerías pymes desarrollan distintas estrategias para poder neutralizar lo más posible un derivado incremento en los costos de gestión. Por supuesto, tales estrategias no son escindibles de las características que tenga cada una de las librerías, tanto en lo que hace a su envergadura (empleo, metros cuadrados, facturación) como a su perfil (generalista, especializada).
Se nota, por ejemplo, que las librerías de menor envergadura y un perfil especializado encuentran muchas veces en ello un incentivo para tomar la decisión de comprar en firme (a través de distribuidores) los títulos de las editoriales que lideran el mercado, en lugar de solicitar la apertura de cuentas por parte de estas empresas.
Por supuesto, no todas las librerías PYMES están en condiciones de conseguir tal apertura de cuentas, pero sí se observa que la estrategia de compra a través del distribuidor la realizan muchas librerías que podrían tener relación directa con las editoriales que lideran el mercado. La selección por el librero de los títulos que sí o sí deben estar en su librería es altamente valorada por los entrevistados y uno de los puntos fundamentales que por lo general distinguen a la oferta de las librerías pymes de la propia de las grandes superficies.
Es evidente, además, que –lejos de lo que hace una década atrás podía llegar a imaginarse, tal vez desde una mirada apocalíptica– las grandes cadenas no hicieron desaparecer a las librerías tradicionales.
La mayor parte de los entrevistados opina que la aprobación a fines de 2001 de la Ley de Precio Uniforme del Libro ha tenido bastante que ver con este desenlace.