Martes 23 Abril 2024

Aedes aegypti: incluso con peores condiciones, siguen sobreviviendo, un trabajo realizado por investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA estudió el desarrollo de los mosquitos en condiciones nutricionales similares a las naturales. Los resultados mostraron que la variabilidad natural afecta el desarrollo de larvas y hasta el tamaño de las hembras pero que, incluso en peores condiciones que las estudiadas en el laboratorio, la tasa de supervivencia es muy alta.

La enorme mayoría de los estudios epidemiológicos que busca entender el éxito reproductivo del mosquito Aedes aegypti, vector transmisor del dengue y otras enfermedades, se hacen en laboratorios y bajo condiciones “controladas”: las larvas son alimentadas a partir de alimento artificial. Pero, ¿qué pasa cuando el ambiente es más realista y natural, en los recipientes con agua de las casas y jardines?

Un estudio del biólogo Pedro Montini, becario doctoral del CONICET, y de la doctora Sylvia Fischer, publicado recientemente en la revista Medical and Veterinary Entomology, demostró cómo la variabilidad de alimento, en estado natural, termina afectando el desarrollo de las larvas y hasta el tamaño de las hembras. También registraron que, incluso en peores condiciones, comparadas a las del laboratorio, la tasa de supervivencia es muy alta.

“La mayor limitante para la abundancia de mosquitos tiene que ver con la cantidad de recipientes que puedan tener las larvas y la cantidad y calidad de alimento natural en esos cacharros y otros depósitos. En los recipientes donde se recibe muy poquito de la materia orgánica que funciona como alimento, hay un efecto negativo en el desarrollo de las larvas y en la supervivencia y desarrollo de las hembras”, comenta Fischer, investigadora independiente del CONICET, en diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM.

Ya sea con mucho o poco alimento, los investigadores comprobaron que la tasa de supervivencia era muy buena, aunque peor si se la comparaba con las condiciones y la dieta del laboratorio. “Eso prueba que es un mosquito bien adaptado a la escasez y variedad de condiciones en la naturaleza. Incluso con tiempos de desarrollo más largo, con ciclos más lentos y con baja abundancia de alimento natural, no se muere. La mayoría termina llegando, igualmente, a la etapa adulta”, advierte Fischer, quien es investigadora en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.

Los resultados a los que arribaron los investigadores son de enorme importancia ya que apuntan, en consideración de Fischer, al punto clave sobre el que hay que actuar. “La cantidad de recipientes y alimentos que haya en los recipientes va a determinar la cantidad de mosquitos que habrá, lo que tendrá una relación directa con el riesgo epidemiológico”, explica la especialista.

Algunas de las medidas tomadas a partir de la pandemia, señala la doctora en Ciencias Biológicas, impactaron de forma indirecta en los casos de dengue en Argentina. “En el país no tenemos dengue todo el año. Para que haya un brote, necesariamente tienen que venir personas infectadas desde otras regiones. En la medida en que los viajes estén limitados, nos protegerá o retrasarán esos casos. Sin embargo, ya surgieron casos en algunas zonas de Latinoamérica que nos tiene que servir como una señal de alerta”, advierte.

Nicolás Camargo Lescano (Agencia CTyS-UNLaM)-